Libro de quejas

Libro de quejas

No se si todavía lo conservan, pero cuando era chico recuerdo que en los supermercados se exhibía al público un libro abierto donde los clientes podíamos expresar sugerencias o críticas para con el servicio. Nunca lo usé, pero sabía que podía hacerlo si lo deseaba. Sin embargo solía pensar que nadie iba a leerlo, que solamente era algo "obligatorio" que los comercios debían hacer por alguna norma legal y nada más que eso. 

Ahora que soy adulto, me he dado cuenta que todos nosotros  deberíamos tener un libro de quejas disponible, donde nuestros afectos y allegados pudieran expresar sus sugerencias y criticas constructivas. Posiblemente recibiremos criticas dañinas pero también encontraremos respuestas a algunas preguntas o incluso soluciones a problemas recurrentes.

Hace unos meses asistimos con Ariana (mi esposa) a un encuentro matrimonial, al igual que en otras jornadas de este tipo, una de las consignas es estar desconectado del mundo exterior; por lo cual nos invitaron a que voluntariamente dejásemos nuestros teléfonos celulares. Durante las primeras horas no hubo inconveniente alguno, todo marchaba bien, pero a medida que el día se fue desarrollando comencé a experimentar una suerte de abstinencia leve por revisar mi correo electrónico, la hora, el clima, los resultados de los partidos que se jugaban ese fin de semana, etc. 

Contrario a lo que podría esperarse, en lugar de entrar en crisis, decidí recordar todas las oportunidades anteriores en que mi esposa me advirtió que mientras ella hablaba conmigo, yo no levantaba la mirada de la pantalla del teléfono o que en medio de una conversación de pronto me alienaba y abandonaba por completo el momento, todo por contestar un wathsapp. Me di cuenta que el día tenía mucho más tiempo para aprovechar, realmente perdía horas con el teléfono e incluso lo primero que hacia durante la mañana era tomar mi teléfono y revisarlo. La historia tendría un final feliz si a partir de ese momento yo hubiese cambiado por completo mi actitud, pero la verdad es que no fue así. Los primeros días me esforcé por cambiar este comportamiento pero con el pasar del tiempo regresé a tener el mismo hábito. 

El mes pasado, mientras tomaba un café con un compañero de trabajo, me ausenté de la conversación por unos minutos por atender otro asunto en mi teléfono, y él decidió hacerlo notar diciéndome:  "Andrés, quiero que sepas que tenés la muy mala costumbre de quitarle la atención a los demás por atender a tu teléfono celular,  no quiero que te enojes, pero si que lo sepas y evalúes ese comportamiento."

Y por supuesto que no me enojé, sentí mucha vergüenza, porque yo ya había leído mi libro de quejas aquel fin de semana junto con mi esposa, me dí cuenta que no había hecho mucho por mejorar. Así que desde ese día hasta hoy me he esforzado para evitar esta mala práctica cuando estoy con otros. Decidí atender a las sugerencias y a las críticas porque se que no eran negativas, no tenían la intención de dañarme sino de hacerme mejor persona. 

La verdad es que yo sé que las personas son demasiado valiosas como para que una notificación de facebook les quite el foco de atención, no me cuesta nada guardar mi teléfono o incluso no llevarlo a los encuentros  . Puedo no ponerlo encima de la mesa y silenciarlo. Porque el teléfono es mi herramienta y no al revés. 

Así como este ejemplo hay muchos más que podría contar, y sé que si llegaste hasta esta parte del texto posiblemente te hayas sentido identificado. Debemos aprender a escuchar las críticas, quizá las estamos necesitando.


Andrés Floccari - JNV Jóven.